viernes, 27 de mayo de 2011

Ágora

El ocaso de una cultura se da a través de la aniquilación de sus costumbres, rituales,arte y moral. Es un proceso lento e intenso, que muchas veces sólo es percibido cuando lo único que queda del antiguo esplendor de una cultura son sus escombros. Agora, nos muestra el ocaso de la cultura romana a través de las pasiones y búsquedas del conocimiento de sus personajes y también a través de la frustración que les genera ser los testigos del fin de aquello que más aman: su libertad.

En su inicio, nos presenta a un grupo de jóvenes que busca descubrir cómo es el movimiento de las esferas. Este grupo es dirigido por Hipatia, una mujer sabia y obsesionada con la filosofía y la astronomía. Las investigaciones de estos jóvenes se ven interrumpidos por lo que ocurre en su ciudad: los cristianos, antaño carne de leones, realizan milagros, se burlan de los dioses paganos y maltratan sus santuarios.

Dicha agresión no es tolerada por los romanos, los cuales al creer que pueden destruir a los “parabolanos” y defender a sus dioses, atacan a los cristianos. Sin embargo, ya desde el primer ataque, romanos y espectadores nos percatamos que esa multitud de seres vociferantes y hambrientos goza de un poder superior a todas las armas de los romanos: el poder de la mayoría y del furor religioso. Es así que los atacados se vuelven atacantes y que los antiguos siervos se vuelven los vindicadores de una nueva fe que promete la igualdad y la hermandad. Como consecuencia, los romanos –entre ellos Hipatia y Orestes, hombre que aspiraba a su amor- quedan sitiados en el Ágora, presas de la ira cristiana. 


Tiempo después, Flavio Josefo, el emperador, deja en libertad a los romanos pero entrega el Ágora a los cristianos. El primer y definitivo golpe al poder se ha consumado: las estatuas, antes consideradas la representación de la armonía son convertidas en yeso; los libros, únicos testigos del saber y de la ética son quemados y, los dirigentes romanos, antaño portadores del poder, son considerados “insurgentes” hasta que no se adecuen al poder cristiano. Esta subversión de lo sacro, aniquilación de lo bello y surgimiento de una nueva moral son contemplados por los consternados ojos de Hipatia y de Orestes, que intentan rescatar lo más importante de aquello que saben es el sustento de su identidad y por las esferas, las cuales siguen su curso, indiferentes a las miserias humanas. 

A partir de este momento, la película reflejará el proceso de sumisión y de conversión de los dirigentes y del pueblo romano a las nuevas creencias implantadas por el régimen. La tiranía es reflejada por personajes como Cirilo, el cual fuerza a los líderes romanos a seguir los rituales y dogmas cristianos, prohíbe la libertad de pensamiento y aprovecha la fuerza y en ocasiones inocencia de los nuevos creyentes para lograr sus propósitos. Este proceso no deja de ejercer su violencia sobre los romanos y, entre ellos, sobre Orestes, el cual acepta el cristianismo con nobleza pero no la manipulación de Cirilo y sobre Hipatia, la cual justo en el momento en el que logra, basándose en los descubrimientos de Aristarco, descubrir que los astros giran de forma elíptica alrededor del Sol, es acusada de hechicería por la cúpula cristiana. Esto trae como consecuencia que sus hallazgos sean ignorados y que el modelo geocéntrico sea aprovechado ideológicamente por los cristianos para demostrar la naturaleza divina del hombre.


Ágora descubre el lado más brutal del ocaso de Occidente y nos da una visión mucho más veraz y humana de los métodos que empleó el cristianismo para imponerse: la violencia descarnada, la imposición de la fe  y la destrucción de las bases culturales de un pueblo. Al mismo tiempo, revela la formación de este credo como fruto de la necesidad social de liberación de los esclavos y de los miserables la cual genera valores propios de los que se encuentran en peligro o en estado de debilidad: la compasión y la entrega. 

viernes, 25 de febrero de 2011

Black swan

¡Pues yo busco el vacío, lo negro, lo desnudo! 

Charles Baudelaire 

La búsqueda de la perfección es la exploración del artista. Cada nota, movimiento, verso o trazo deben representar la belleza del mundo, recrearla o presentar el misterio que encarna la vida. Dicho anhelo entraña muchas veces una metamorfosis, pues solo pueden captar y recrear lo bello quienes han preparado su espíritu y quienes han llevado los estigmas que produce el desgarrar los velos de lo que no es evidente. 

Nina es una frágil bailarina que lleva una vida opresiva. Esto lo observamos en sus gestos inseguros, en su mirada sumisa y en los detalles de su hogar y vida cotidiana. Por ejemplo, su cuarto está decorado con una caja de música y con peluches que lucen grotescos al ya no estar Nina en su niñez. Asimismo, su relación con la madre es delicada y castrante, ya que ésta se inmiscuye en la vida de su hija y controla sus decisiones y deseos.

Determinado día Nina es escogida para un rol en el cual tendrá que mostrar su lado más dulce pero también su rostro más perverso, como cisne blanco y como cisne negro respectivamente. El cisne negro roba el amor de su par y le impide así volver a ser humano. El problema es que ella sólo puede encarnar al cisne delicado y bello pero no puede representar la libertad, el desarreglo y la pérdida de los límites que la personificación del cisne negro requiere. Por ello, de una forma quizá inconsciente inicia una práctica obsesiva de los pasos y movimientos de la danza y una búsqueda enfermiza de sus lados más autodestructivos. Este viaje al fin de la noche será un viaje tanático pues al intentar descubrir su faceta más perversa deberá también aniquilar todo aquello que la sostenía. Lacera su cuerpo, como una forma de quitarse aquella piel de sumisión que la agobiaba, destruye sus objetos de niñez y en última instancia se acerca peligrosamente a la destrucción de su propia identidad, al no saber ya quién es y al ser dominada por perversas imágenes rayanas en la locura. Estas imágenes a pesar de ser perturbadoras también son significativas pues le permiten encanar el rol solicitado a la perfección, quizá porque ya no existe diferencia entre su ser y el personaje. 

Esto nos lleva a preguntarnos si es necesario morir totalmente para alcanzar la belleza; si es preciso aniquilar sólo aquello que está en la superficie, como si de desenterrar unas piezas se tratase, para descubrir nuestra verdadera esencia, o quizá más bien si es inevitable perder la noción de realidad para entrar en una dimensión más hermosa e inexplorada, semejante a nuestra idea del paraíso. Una pista para resolver estas inquietudes es presenciar el inolvidable colofón de este film.


Saludos,

Natalia

jueves, 3 de febrero de 2011

The Walking Dead

Cada época tiene sus monstruos. Cada uno de ellos encarna sus miedos, deseos e incertidumbres. Hay algunos que aparecen en más de un periodo y contexto cultural, como los vampiros, los cuales aún siguen alimentándose de nuestra imaginación para subsistir. Muchas veces la histeria ha hecho creer que estos seres pueden encarnarse en cualquier ciudadano singular, como en la edad media o como en la época del puritanismo estadounidense con las cacerías de brujas, lo que ocasionó la muerte y la tortura de miles de personas. En la actualidad, uno de los monstruos que más aceptación tiene es el decadente muerto “viviente”. 

El vampiro. Philip Burne - Jones.
Desde hace unos años, la ciencia nos viene advirtiendo que el mundo afrontará una serie de cambios que causarán una serie de daños a la humanidad. Dejemos de lado por un momento nuestro escepticismo auto-conservador (el que nos dice que en el fondo nada sucederá porque somos humanos y algo o alguna idea o circunstancia nos salvará) e imaginemos cómo podría ser la era de la devastación. Inundaciones, temblores, nuevas y resistentes enfermedades, macabros insectos y pestes, en suma, el apocalipsis o revelación de un mundo caótico. Pensemos ahora en cómo sería la conducta humana en estos casos, llevada a un grado máximo de desesperación y sin las reglas sociales de urbanidad o la ley como para poder moderar el egoísmo. Quizá nos volveríamos seres amorales, con solo un propósito: calmar nuestra hambre y protegernos de la muerte. Seríamos similares a aquellos padres de la antigüedad que renegaron de sus hijos y aquellos hijos que a su vez lo hicieron de sus padres, para evitar el contagio de la peste. En suma, compartiríamos una característica con los muertos vivos: la irracionalidad absoluta y la necesidad primaria de sobrevivir.

Una perspectiva escatológica es justamente la que nos propone la serie The Walking Dead, la cual nos muestra a un grupo de personas tratando de sobrevivir en una era en donde la civilización, los servicios, la comunicación y la globalización son elementos de un pasado recordado con añoranza. Como es de suponer, el liderazgo del grupo es tomado por aquel que reúne la fuerza física y la capacidad estratégica necesarias para comandar al grupo. Se forma entonces una pequeña sociedad nuclear, con todas sus taras y problemas. Poco importa que los muertos acechen el campamento: la envidia, la lujuria, la histeria y la violencia no dejan de avivar los corazones generando tensión y la convicción en los más débiles que los vivos pueden ser tan peligrosos como los muertos. Esta tensión es mostrada en cada capítulo, mostrándonos que en ocasiones el mayor enemigo del hombre es el hombre y que nuestra verdadera “esencia” es inestable y condicionada por nuestras necesidades primarias. Este constante vértigo podría ser considerado también como una metáfora de nuestro mundo individualista en donde las corporaciones, verdaderos entes poderosos, amorales y deshumanizados, operan en función de obtener mayores ganancias aún a costa de destruir la calidad de vida de millones de personas.


Como vemos, esta serie nos recuerda que todas nuestras creaciones y ciencias son tan frágiles como el polvo y este es quizá su principal encanto y el de todas las películas y series del género. También nos permite imaginar cómo podría ser la vida sin todas nuestras instituciones, sin siquiera el tiempo como se sugiere en uno de los capítulos. Además, nos ayuda a visualizar cómo sería un mundo de sobrevivientes en estas circunstancias, con todos sus matices de horror y de soledad. Por último, nos invita a establecer una analogía entre los muertos vivientes y los hombres, ambos ávidos de colmar sus deseos, aún a costa de devorar a sus semejantes. 

Saludos,

Natalia.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Algunas recomendaciones (mis libros favoritos)

1. La Iliada-La Odisea. Homero.

Sodoma y Gomorra.
2. En busca del tiempo perdido. Marcel Proust.

3. La educación sentimental. Gustave Flaubert.

4. Las olas. Virginia Woolf.

5. El ruido y la furia. William Faulkner.

6. Ulises.James Joyce.

7. La casa verde. Mario Vargas Llosa.

8. Justine. Lawrence Durrell.

9. Las flores del mal.Charles Baudelaire.

10. La tierra baldía. T.S Eliot.

sábado, 29 de enero de 2011

Mudanza

No he posteado nada últimamente por mi mudanza. En mi nuevo departamento aún no tengo luz, lo que me impide conectar mi máquina, cargar mi celular, ver películas, planchar mi ropa, bañarme con agua caliente y por supuesto, escribir en mi blog. Aún así estoy contenta en mi nuevo hogar, tengo más espacio y puedo hablar con mi amiga, la cual también está colapsando por este tema de la tecnología. Creo que la próxima semana tendré luz de modo que ya volveré a la civilización...


Un abrazo, buen fin de semana...

Natalia.

lunes, 17 de enero de 2011

Algunas recomendaciones (mis películas favoritas)

Creo que fue Truffaut quien se preguntó o quien dijo que el cine era mejor que la vida. En ocasiones he compartido esta idea, quizá por creer que en el écran se muestra solo aquello que se desea: un talle femenino, la desesperación de un padre traicionado por sus hijos, el placer del amante que descubre que su dolor acabará pronto, etc; quizá también por pensar que en un film uno puede entrar en el espejo de Alicia o el de Orfeo, en donde una realidad paralela, libre de las leyes del espacio y el tiempo, nos permite reconocer y analizar nuestros estados más profundos o tal vez más bien por saber que en las películas es posible observar un mismo hecho de forma indefinida, como si capturar el tiempo o alcanzar la eternidad fuese posible. Por ello, quiero mencionar algunas de las películas que más me han hecho cuestionar si aquello que se muestra en esa dimensión ideal es mejor que la materia que nos rodea.

Escena de Los siete samuráis
1.El séptimo sello-Ingmar Bergman

2. Solaris- Andrei Tarkovsky

3.Los siete samuráis -Akira Kurosawa

4.RAN - Akira Kurosawa

5. 8 1/2- Fellini

6. La naranja mecánica- Stanley Kubrick

Escena de Blade Runner
7. La dolce vitta- Fellini

8.Una Odisea en el espacio-Stanley Kubrick

9. Blade Runner- Ridley Scott

10. Matrix- Hermanos Wachowski