viernes, 25 de febrero de 2011

Black swan

¡Pues yo busco el vacío, lo negro, lo desnudo! 

Charles Baudelaire 

La búsqueda de la perfección es la exploración del artista. Cada nota, movimiento, verso o trazo deben representar la belleza del mundo, recrearla o presentar el misterio que encarna la vida. Dicho anhelo entraña muchas veces una metamorfosis, pues solo pueden captar y recrear lo bello quienes han preparado su espíritu y quienes han llevado los estigmas que produce el desgarrar los velos de lo que no es evidente. 

Nina es una frágil bailarina que lleva una vida opresiva. Esto lo observamos en sus gestos inseguros, en su mirada sumisa y en los detalles de su hogar y vida cotidiana. Por ejemplo, su cuarto está decorado con una caja de música y con peluches que lucen grotescos al ya no estar Nina en su niñez. Asimismo, su relación con la madre es delicada y castrante, ya que ésta se inmiscuye en la vida de su hija y controla sus decisiones y deseos.

Determinado día Nina es escogida para un rol en el cual tendrá que mostrar su lado más dulce pero también su rostro más perverso, como cisne blanco y como cisne negro respectivamente. El cisne negro roba el amor de su par y le impide así volver a ser humano. El problema es que ella sólo puede encarnar al cisne delicado y bello pero no puede representar la libertad, el desarreglo y la pérdida de los límites que la personificación del cisne negro requiere. Por ello, de una forma quizá inconsciente inicia una práctica obsesiva de los pasos y movimientos de la danza y una búsqueda enfermiza de sus lados más autodestructivos. Este viaje al fin de la noche será un viaje tanático pues al intentar descubrir su faceta más perversa deberá también aniquilar todo aquello que la sostenía. Lacera su cuerpo, como una forma de quitarse aquella piel de sumisión que la agobiaba, destruye sus objetos de niñez y en última instancia se acerca peligrosamente a la destrucción de su propia identidad, al no saber ya quién es y al ser dominada por perversas imágenes rayanas en la locura. Estas imágenes a pesar de ser perturbadoras también son significativas pues le permiten encanar el rol solicitado a la perfección, quizá porque ya no existe diferencia entre su ser y el personaje. 

Esto nos lleva a preguntarnos si es necesario morir totalmente para alcanzar la belleza; si es preciso aniquilar sólo aquello que está en la superficie, como si de desenterrar unas piezas se tratase, para descubrir nuestra verdadera esencia, o quizá más bien si es inevitable perder la noción de realidad para entrar en una dimensión más hermosa e inexplorada, semejante a nuestra idea del paraíso. Una pista para resolver estas inquietudes es presenciar el inolvidable colofón de este film.


Saludos,

Natalia

jueves, 3 de febrero de 2011

The Walking Dead

Cada época tiene sus monstruos. Cada uno de ellos encarna sus miedos, deseos e incertidumbres. Hay algunos que aparecen en más de un periodo y contexto cultural, como los vampiros, los cuales aún siguen alimentándose de nuestra imaginación para subsistir. Muchas veces la histeria ha hecho creer que estos seres pueden encarnarse en cualquier ciudadano singular, como en la edad media o como en la época del puritanismo estadounidense con las cacerías de brujas, lo que ocasionó la muerte y la tortura de miles de personas. En la actualidad, uno de los monstruos que más aceptación tiene es el decadente muerto “viviente”. 

El vampiro. Philip Burne - Jones.
Desde hace unos años, la ciencia nos viene advirtiendo que el mundo afrontará una serie de cambios que causarán una serie de daños a la humanidad. Dejemos de lado por un momento nuestro escepticismo auto-conservador (el que nos dice que en el fondo nada sucederá porque somos humanos y algo o alguna idea o circunstancia nos salvará) e imaginemos cómo podría ser la era de la devastación. Inundaciones, temblores, nuevas y resistentes enfermedades, macabros insectos y pestes, en suma, el apocalipsis o revelación de un mundo caótico. Pensemos ahora en cómo sería la conducta humana en estos casos, llevada a un grado máximo de desesperación y sin las reglas sociales de urbanidad o la ley como para poder moderar el egoísmo. Quizá nos volveríamos seres amorales, con solo un propósito: calmar nuestra hambre y protegernos de la muerte. Seríamos similares a aquellos padres de la antigüedad que renegaron de sus hijos y aquellos hijos que a su vez lo hicieron de sus padres, para evitar el contagio de la peste. En suma, compartiríamos una característica con los muertos vivos: la irracionalidad absoluta y la necesidad primaria de sobrevivir.

Una perspectiva escatológica es justamente la que nos propone la serie The Walking Dead, la cual nos muestra a un grupo de personas tratando de sobrevivir en una era en donde la civilización, los servicios, la comunicación y la globalización son elementos de un pasado recordado con añoranza. Como es de suponer, el liderazgo del grupo es tomado por aquel que reúne la fuerza física y la capacidad estratégica necesarias para comandar al grupo. Se forma entonces una pequeña sociedad nuclear, con todas sus taras y problemas. Poco importa que los muertos acechen el campamento: la envidia, la lujuria, la histeria y la violencia no dejan de avivar los corazones generando tensión y la convicción en los más débiles que los vivos pueden ser tan peligrosos como los muertos. Esta tensión es mostrada en cada capítulo, mostrándonos que en ocasiones el mayor enemigo del hombre es el hombre y que nuestra verdadera “esencia” es inestable y condicionada por nuestras necesidades primarias. Este constante vértigo podría ser considerado también como una metáfora de nuestro mundo individualista en donde las corporaciones, verdaderos entes poderosos, amorales y deshumanizados, operan en función de obtener mayores ganancias aún a costa de destruir la calidad de vida de millones de personas.


Como vemos, esta serie nos recuerda que todas nuestras creaciones y ciencias son tan frágiles como el polvo y este es quizá su principal encanto y el de todas las películas y series del género. También nos permite imaginar cómo podría ser la vida sin todas nuestras instituciones, sin siquiera el tiempo como se sugiere en uno de los capítulos. Además, nos ayuda a visualizar cómo sería un mundo de sobrevivientes en estas circunstancias, con todos sus matices de horror y de soledad. Por último, nos invita a establecer una analogía entre los muertos vivientes y los hombres, ambos ávidos de colmar sus deseos, aún a costa de devorar a sus semejantes. 

Saludos,

Natalia.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Algunas recomendaciones (mis libros favoritos)

1. La Iliada-La Odisea. Homero.

Sodoma y Gomorra.
2. En busca del tiempo perdido. Marcel Proust.

3. La educación sentimental. Gustave Flaubert.

4. Las olas. Virginia Woolf.

5. El ruido y la furia. William Faulkner.

6. Ulises.James Joyce.

7. La casa verde. Mario Vargas Llosa.

8. Justine. Lawrence Durrell.

9. Las flores del mal.Charles Baudelaire.

10. La tierra baldía. T.S Eliot.