¡Pues yo busco el vacío, lo negro, lo desnudo!
Charles Baudelaire
La búsqueda de la perfección es la exploración del artista. Cada nota, movimiento, verso o trazo deben representar la belleza del mundo, recrearla o presentar el misterio que encarna la vida. Dicho anhelo entraña muchas veces una metamorfosis, pues solo pueden captar y recrear lo bello quienes han preparado su espíritu y quienes han llevado los estigmas que produce el desgarrar los velos de lo que no es evidente.
Nina es una frágil bailarina que lleva una vida opresiva. Esto lo observamos en sus gestos inseguros, en su mirada sumisa y en los detalles de su hogar y vida cotidiana. Por ejemplo, su cuarto está decorado con una caja de música y con peluches que lucen grotescos al ya no estar Nina en su niñez. Asimismo, su relación con la madre es delicada y castrante, ya que ésta se inmiscuye en la vida de su hija y controla sus decisiones y deseos.
Determinado día Nina es escogida para un rol en el cual tendrá que mostrar su lado más dulce pero también su rostro más perverso, como cisne blanco y como cisne negro respectivamente. El cisne negro roba el amor de su par y le impide así volver a ser humano. El problema es que ella sólo puede encarnar al cisne delicado y bello pero no puede representar la libertad, el desarreglo y la pérdida de los límites que la personificación del cisne negro requiere. Por ello, de una forma quizá inconsciente inicia una práctica obsesiva de los pasos y movimientos de la danza y una búsqueda enfermiza de sus lados más autodestructivos. Este viaje al fin de la noche será un viaje tanático pues al intentar descubrir su faceta más perversa deberá también aniquilar todo aquello que la sostenía. Lacera su cuerpo, como una forma de quitarse aquella piel de sumisión que la agobiaba, destruye sus objetos de niñez y en última instancia se acerca peligrosamente a la destrucción de su propia identidad, al no saber ya quién es y al ser dominada por perversas imágenes rayanas en la locura. Estas imágenes a pesar de ser perturbadoras también son significativas pues le permiten encanar el rol solicitado a la perfección, quizá porque ya no existe diferencia entre su ser y el personaje.
Esto nos lleva a preguntarnos si es necesario morir totalmente para alcanzar la belleza; si es preciso aniquilar sólo aquello que está en la superficie, como si de desenterrar unas piezas se tratase, para descubrir nuestra verdadera esencia, o quizá más bien si es inevitable perder la noción de realidad para entrar en una dimensión más hermosa e inexplorada, semejante a nuestra idea del paraíso. Una pista para resolver estas inquietudes es presenciar el inolvidable colofón de este film.
Natalia