La llegada de los españoles fue un choque brutal y categórico para la cultura indígena pues le significó una mutilación de muchas de sus expresiones y manifestaciones más puras y relevantes. Este arribo también generó el desigual encuentro de dos cosmovisiones, es decir, el contacto entre dos formas de contemplar los astros, de admirar la naturaleza, de comprender la muerte y de interpretar el mundo.
Dicha unión no fue pacífica, no provino de un convencimiento genuino por parte de los indígenas ni fue coherente pues todo aquello que era sagrado para los indios era considerado profano para los españoles. Además, no contó siquiera con algún parentesco histórico que la hiciera más comprensible para los nuevos creyentes.
Por todo lo mencionado, recordar estos episodios puede producirnos una profunda compasión hacia los antiguos peruanos y hacia todos los conflictos espirituales y morales por los que debieron pasar pero también nos puede inspirar una intensa admiración ya que de esta unión dolorosa, los antiguos peruanos produjeron nuevas y hermosas formas de expresar el culto a lo divino. Formas que se encuentran por ejemplo en la Catedral de Lima y en su Museo de Arte Religioso, el cual visité el día de hoy.
La catedral posee una construcción elegante y serena en donde pude apreciar una serie de capillas o retablos de diversos estilos (clásico, barroco, etc.) la mayoría provenientes del siglo XVIII y XIX. La belleza de estas capillas, sumada a la tenue atmósfera de la iglesia, me preparó espiritualmente para la entrada al museo.
El museo de la Catedral cuenta con varios espacios. Uno de ellos, es el dedicado a guardar los implementos arzobispales en donde me sorprendió la gran riqueza y esplendor de dichos ornamentos. Otro de aquellos ambientes es el que alberga algunos cuadros de Rosa, nuestra única santa, la cual al parecer lanzó las llaves de su cinturón de castidad en un recoveco inalcanzable para ser solo la prometida o esposa de Jesús. Sin embargo, los lugares más destacables del museo son sin duda las salas Schroder y Brazzini ya que conservan un buen número de obras de arte peruano.
Ya sea por su pequeño tamaño o por la delicadeza de sus formas cuando entré en la sala Schroder me sentí como en una casa de muñecas. En su interior pude observar algunos cuadros de la escuela cusqueña y cajamarquina. Lo que caracteriza a los santos que aparecen en estas obras, es la serena elegancia y la general ausencia del dolor o de la desesperación en sus semblantes. Como ejemplo de arte cusqueño, puedo mencionar un cuadro de Santa Rosa y el niño, cuya profunda ternura y suavidad se manifiesta en las regordetas manitos de Jesús y en las rosas que los rodean. Por otro lado, como muestra de la escuela cajamarquina puedo nombrar un cuadro de la Divina Pastora, cuya belleza se encuentra sobre todo en su marco, hecho con incrustaciones de vidrio y ramas secas. Igualmente, la sala Schroder posee unos preciosos bargueños o muebles de pequeños cajoncitos decorados con escenas campesinas y creados para guardar los objetos y secretos de las damas y un cuadro de la virgen de la leche con el niño, que aún nos inquieta por la desnudez del seno virginal y por el plácido rostro de sus personajes.
Virgen de la Leche-Escuela Cusqueña |
La sala llamada “Monseñor Alberto Brazzini Díaz-Ufano” es muy amplia y posee una abundante colección de nacimientos y pequeñas estatuas. Estos nacimientos, elaborados en su mayoría en el siglo XVIII y XIX, se caracterizan por su división en dos planos, el terrenal y el divino, en donde el primero alberga a los humanos y a Jesús y en donde el segundo es la morada de dios y de sus “incorpóreos” acompañantes. Dentro de esta colección resalta un pintoresco nacimiento por su forma de representar la bóveda celeste a través de un descolorido espejo. En esta sala también se encuentra el cuadro titulado La Lactación de San Bernardo de Clarabal en el cual se aprecia al santo nutriéndose del inmaculado líquido, el cual al parecer es como un néctar sagrado para quien lo bebe.
En resumen, una visita a este museo es como un encuentro con ese lado creativo y solemne de nuestra época colonial y con sus solitarias imágenes, llenas de un misterio que aún nos inquieta y que nos acerca a aquello que no podemos nombrar.
Bóveda Celeste (Espejo) |
Después de leer esta breve crónica de tus paseos por la ciudad de Lima, es como si uno estuviese dentro de la basílica, oyendo el eco de cada uno de los pasos de los visitantes, y viese directamente los detalles del marco de la Divina Pastora. Un placer debe ser caminar contigo en nuevas ciudades dentro de la misma ciudad.
ResponderEliminarEl nómada inmóvil.