viernes, 24 de diciembre de 2010

Museo Rafael Larco

Aquel cadáver que plantaste el pasado año en tu jardín,
¿ha comenzado a retoñar?¿florecerá este año?

T.S. Eliot
La Tierra Baldía

Cuando llegué al museo Larco pude respirar al fin en paz: minutos antes, mi agenda se me había caído del carro siendo atropellada por un automóvil y me había pasado como seis cuadras de mi destino. Felizmente, el cobrador del nuevo bus me ayudó a ubicarme, por lo que dándole las gracias me bajé en la esquina de una solemne construcción que era nada más y nada menos que el museo Larco. Grande fue mi alegría cuando descubrí que frente a él había una hermosa y tranquila plazuela en donde me senté a retozar un rato, rodeada de flores, de una pileta y de la estatua de Rafael Larco. 

Dicha plaza fue la antesala para mi ingreso al museo. Con los bolsillos llenos de objetos innecesarios y con el alma aún inerme, logré entrar a sus primeras galerías, en donde me enteré que el Perú, junto a otros lugares como la China o Mesopotamia, fue una de las seis regiones en donde apareció la cultura de forma independiente. Esta información bastó para que olvidara mis situaciones pasadas y para que reflexionara sobre el milagro de la generación “espontánea” de la cultura, es decir, sobre el misterio que envuelve el surgimiento de manifestaciones espirituales, técnicas y artísticas de gran relevancia e identidad propia a partir de una fórmula tan básica como un buen clima y un puñado de personas.

Luego de procesar esta información, analicé con gran atención los huacos de culturas como la Nazca, la Cupisnique y la Huari en sus distintos grados de evolución. Me quedé arrobada viendo estos ceramios, en donde se sucedían imágenes de la vida cotidiana y de la pasión por la sangre que tenían nuestros antecesores expresado en las cabezas trofeo y en las imágenes de los sacrificados. Sin embargo, el momento en que experimenté mayor éxtasis fue aquel en el que pude admirar la plasticidad y maestría de los huacos mochica, a través de representaciones tan sencillas como las de un venado alimentándose del pecho de su madre o las de un rostro en actitud solemne.

Ya en la galería de los objetos de metal, comprendí la importancia que tenían el oro, la plata y los metales en general en la vida de los antiguos peruanos. El brillo que estos aportaban a las orejeras, las narigueras, los vasos, los collares y los ajuares era semejante al de los dioses lunares y solares. Dicha semejanza era empleada por los nobles para convencer al pueblo de su riqueza, poder y vinculación con las divinidades. Como es de suponer, los ricos monopolizaron la distribución de estos bienes e impidieron que llegaran a las manos del pueblo, perpetuando de esta forma su dominación.

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Plato decorado con cormoranes.
En las salas dedicadas a la religión, intuí que la relación de mis antepasados con la muerte era intensa y estaba presente en todas las etapas de la vida. Por ejemplo, la caza, la libación de la chicha y la guerra eran formas que tenían los vivos de conectarse con el mundo de arriba, de animar el espíritu y de agradar a los dioses. Por su parte, un entierro generoso con sendas riquezas, era la forma en la que el muerto podía pasar a su nueva vida y convertirse en un ancestro protector de su pueblo.

Igualmente, en las salas dedicadas a los sacrificios, pude entender el ardor por la sangre de nuestros antepasados. La crueldad con la que eran tratados los sacrificados, la tortura, la sed de sangre y la necesidad y celebración de la inmolación, no eran más que medios para algo sagrado y puro: la conexión con los dioses, el renacimiento de la vida y el restablecimiento del orden terrenal.

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Sacrificio
Cuando llegué a la sala de cuadros posteriores a la Conquista, me llené de indignación. En ella comprendí que los españoles supieron aprovechar muy bien nuestras creencias e ideología para imponer su barbarie. Basta con observar, para comprobarlo, un cuadro que muestra la “genealogía” de los incas en cuya parte superior se encuentra Atahualpa y en cuya parte final se encuentran nada menos que los reyes españoles como si fueran sus legítimos sucesores. En esta sala también se puede apreciar un cuadro de Manco Inca con su escudo de armas en el reverso. Alrededor del año 1700, la abatida nobleza inca tuvo que adoptar medios españoles para reafirmar su status y hacer frente a las leyes Borbónicas que tenían como fin quitarles sus derechos e identidad.

Mención aparte merece la llamada “sala erótica” ubicada en la parte inferior del museo. Al entrar en ella una sabia pared me advirtió que debía olvidar todos mis parámetros occidentales y percibir a los huacos no como objetos necesariamente ligados al erotismo sino también a la religión, al humor, a la moral y a la belleza en general.

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Ai -apaec y mujer en unión sexual.
En dicha sala, yacen tranquilos una serie huacos de seres humanos mostrando sus genitales o teniendo relaciones sexuales (no necesariamente vinculadas a la procreación). Asimismo, reposan las representaciones de la cópula entre una mujer y un dios, cuyo producto era un fruto vital para la agricultura. Pero sin duda, los huacos que disfrutan más de su estadía en el museo, son aquellos en donde los muertos danzan al ritmo de la música, tienen relaciones con los vivos o se masturban. Para los antiguos peruanos, los muertos eran “vitales” para la fertilidad y para la vida terrenal, esto se traducía en una vida extraterrenal sexualmente activa no ligada a la reproducción pero sí necesaria para la riqueza de la tierra (los muertos van a la tierra y de la tierra nace el alimento).

En resumen, visitar este museo fue como realizar un viaje en el tiempo a un mundo totalmente distinto, con valores y creencias incomprensibles pero no por eso menos fascinantes. Me alegra saber que llevo en mí la sangre de esos hombres y mujeres que buscaron vivir con intensidad y conectarse con lo divino.

Saludos,

Nat

Descendiente de antiguos peruanos.


lunes, 13 de diciembre de 2010

Río místico

Una vez que algo se introduce en la mente, se queda ahí para siempre.

Dave, Río Místico.

En un suburbio estadounidense, tres muchachos de clase media Jimmy, Sean y Dave pasan sus ratos libres jugando al baseball y haciendo pequeñas maldades. Un día Sean, el más rebelde del grupo, invita a sus compañeros a grabar su nombre en un poco de concreto fresco asegurándoles que es una buena forma de estar en ese lugar “para siempre”. Jimmy y Sean logran inmortalizar ese momento aún inocente de su juventud mas no así Dave, el cual sólo logra colocar las dos primeras letras de su nombre, pues dos tipos lo secuestran, abusándolo.

Veinticinco años después Katie, la hija de Jimmy, es brutalmente asesinada. Jimmy ama a su hija más que a nada,quizá tal vez porque cuando Katie era tan sólo una niña y su madre moría de cáncer, él no pudo protegerlas por encontrarse en la cárcel. Amor basado en la sensación de ser los únicos seres en el mundo, rechazados, indeseados e incapaces de tolerar la soledad.

Sean es ahora un policía dedicado a cazar parias y enviarlos a la cárcel. Realiza su trabajo con la triste certeza de saber que los muertos que ajusticia seguirán muertos y que por cada criminal atrapado surgirá otro más astuto en las calles. Al descubrir que el arma que mató a Katie perteneció a un tal Ray, se dedica a obtener más datos sobre ésta.

Por su parte, Dave ha creado una torre de naipes que se derrumba la misma noche que Katie es asesinada, noche en la que llega a casa excitado y con las manos llenas de sangre. Todo indica que ha cometido un crimen salvaje que trastornará su simple y feliz vida conyugal, que pondrá en duda su frágil identidad y que lo vinculará a la muerte de Katie.

Las investigaciones continúan y Sean, guiándose por una intuición y perspicacia inquietantes, descubre que el dueño del arma fue también aquel que murió junto al río místico por haber delatado a Jimmy y por haberle impedido estar junto a su mujer y su hija. Río por cuya vertiginosa corriente se desvanecen las evidencias de todos los crímenes, río que lava las culpas y la sangre, que bautiza a los cadáveres en sus oscuras profundidades y que permite a todos los hombres ser puros y buenos de nuevo.

Sin embargo, un suceso inesperado nos hará dudar sobre cuán infalible es este río, si acaso puede encubrir los errores humanos, calmar todas las almas, purificar más de una vez los pecados, o si su fuerza se limita a ocultar y encubrir las miserias y a brindar un mediocre consuelo a quienes acuden a su cauce.

Con impresionantes actuaciones de Sean Penn y de Tim Robbins, Río místico es un film que nos lleva a discurrir sobre la naturaleza indestructible del pasado y su infinita forma de retornar en los momentos menos esperados. Asimismo, nos hace reflexionar sobre la fragilidad de aquello a lo que nos aferramos y sobre si es realmente posible la redención en el fluir de la vida humana.

 



domingo, 5 de diciembre de 2010

Museo de Arte Contemporáneo UNMSM - Panteón de los próceres

Mientras paseaba mi mirada por la vía expresa, en el ya famoso Metropolitano, pensé en las inmensas ganas que tenía de quedarme en casa en medio de las sábanas, sin pensar y sin sentir. Sin embargo, ya estaba ahí, me dije y sin muchas esperanzas bajé junto a mi amigo en una calle del centro. Ya en él, mi espíritu se alegró ante la contemplación de su sórdida belleza, belleza nostálgica que exclama en cada pared desconchada, en cada techo abandonado y en cada columna antigua, su elegante –y perdido- esplendor. Caminamos algunas cuadras y llegamos a la casa San Marcos. Ya conozco este lugar, le dije a mi pobre anfitrión, he venido antes y me ha gustado mucho. Con una paciencia infinita, éste me dijo que esperara y me llevó al Museo de Arte Contemporáneo San Marcos.

Museo de Arte Contemporáneo San Marcos

Cuando entré al Museo, la sorpresa inundó mi rostro. No imaginé que esa Casona albergara todas aquellas muestras de nuestra imaginación, frustración e ideales a partir de los años sesenta, de una forma tan sutil y organizada. Observé obras de Tilsa Tsuchiya, José Sabogal, Tito Monzón, Herman Piscoya, entre otros. En ellas, percibí que la crítica social fue un elemento que siempre estuvo presente en nuestra arte, especialmente en la época del terror, que la nostalgia y la sed de reivindicación de nuestro pasado ha inspirado a más de un artista, que la abstracción no es patrimonio único del arte europeo y que los colores pintorescos y atrevidos y la sensualidad de nuestro pueblo también pueden producir arte de calidad. Creo que pronto volveré a visitar este museo, pues sin duda, en él hay mucho más por descubrir.
Cuadro de Tito Monzón
Panteón de los próceres

Salí del museo muy contenta y con ganas de dormir. Sin embargo, al pasar por la iglesia de San Carlos y mirar a través de su puerta no pude evitar las ganas de entrar y conocerla. Son solo dos soles, yo invito, le dije a mi amigo. Creo que al final, él terminó pagando porque al abrir mi billetera no encontré efectivo. En fin, entramos sin tener la menor idea de lo que íbamos a ver y valió la pena.

Cuando dimos los primeros pasos nos dimos cuenta que la iglesia estaba llena de los bustos de los próceres y precursores de nuestra independencia. No sé si todos aquellos bustos miraban al infinito o a los visitantes pero me emocionaron un poco, llegando mi devoción a su grado máximo cuando vi los bustos de José Olaya, de Túpac Amaru II y de Micaela Bastidas.

Cerca a ellos, leímos una heroica placa en la que aparece una lista de mujeres que fueron desterradas a México y obligadas a caminar descalzas en pésimas condiciones desde Cuzco hasta el puerto del Callao por haber sido fieles a la causa revolucionaria. De las 75 mujeres que partieron del Cuzco, sólo lograron llegar al puerto con vida unas 15.

Un poco sin querer, descubrimos la hermosa cúpula de la iglesia. En ella, cuatro bellas y míticas mujeres rinden homenaje a los héroes a través de misteriosos gestos. Luego, observamos un delicado vitral en cuyo centro una extática y entrañable Isabel Flores de Oliva, respiraba el perfume de sus rosas.

Vitral de Isabel
Sin embargo, la parte más solemne aún no comenzaba. En efecto, en la parte inferior de la iglesia, aún nos esperaba el mausoleo de aquel que abolió la esclavitud y el tributo indígena en nuestro país, el gran Ramón Castilla. Toqué muchas veces el mármol, como intentando recibir su sabiduría. También se encontraban  los   restos de José Bernardo Alcedo, José de la Torre Ugarte, José Faustino Sánchez Carrión, Hipólito Unanue y muchos más próceres de nuestra independencia.

Ya de regreso en el Metropolitano, una increíble sensación de alegría me recorrió. Mas como siempre, la realidad se encargó de quitarme la sonrisa: cuando llegamos al parque Kennedy, mi amigo se fue a tomar fotos a los heroicos participantes del Zoombie Walk. ¿Para esto murió Túpac Amaru?, pensé mientras sentía el viento de la tarde y el movimiento de los "zoombies".

¡Descubre TU historia!


Devota de Túpac Amaru II

sábado, 4 de diciembre de 2010

Let the right one in

Entre la nada y la pena elijo la pena

William Faulkner




El hombre siempre ha sentido la necesidad de comparar sus estados de ánimo con los objetos y con las imágenes que le brinda la naturaleza. La selva oscura, los bosques, el desierto y otros paisajes han sido empleados como metáforas de las emociones y de las pasiones humanas.

En el caso de Let the right one in película sueca dirigida por Tomas Alfredson, la naturaleza es gélida e incomprensible, similar a la del corazón de sus personajes. En ese clima retorcido surge una amistad entre dos seres incomprendidos, miserables e incapaces de encajar en parte alguna: una "niña" vampira (Eli) y un adolescente acosado por sus compañeros del colegio y adicto a recolectar imágenes de crímenes sangrientos (Oscar). 

La vampira ha existido durante un incierto y largo periodo de tiempo, sin más amigos que un hombre estrafalario al cual domina y sin más compañía que los humanos a los que devora para sobrevivir. No siente culpa ni un especial placer al realizar estos actos. Son parte de su naturaleza y son el único medio que tiene para sobrevivir sin que la descomposición la alcance. Entre morir y matar elige lo último.

Por su parte, Oscar tiene una vida gris: vive en un hogar disfuncional con una madre incapaz de comprenderlo y posee una inteligencia que no le sirve para destacar sino para ser más consciente del desprecio que genera a su alrededor. 

La comunicación entre ambos es fría y lacerante, tornándose poco a poco más íntima surgiendo entre ellos un romance. Los obstáculos para este amor adolescente se hacen evidentes desde el principio: es imposible tener sexo, Oscar debe hacer frente a sus acosadores y soportar la vergüenza que eso le genera y Eli debe alimentarse, generando a su alrededor una serie de situaciones macabras y sórdidas. 

Lidiar con estas situaciones se torna difícil para ambos por lo que Eli, a pesar de la intensidad de sus emociones, decide alejarse de Oscar tratando de asegurar su tranquilidad. Sin embargo, Oscar se da cuenta que Eli es más que un ser adicto a la sangre y que puede comunicarse con ella a niveles más profundos de lo que ha hecho con cualquier persona en su corta vida. Por ello y aún sabiendo de los riesgos y del aislamiento que le espera, decide conscientemente dejarla entrar en su hogar y en su alma.

Más allá de los hermosos paisajes que mencioné al principio, esta película nos muestra el verdadero rostro de una sociedad cruel y asfixiante y el duro tránsito que deben soportar los seres que por su sensibilidad o particularidad, no encajan en ella.