El mundo del cuál hablamos, del cuál comentamos en nuestros cafés, reuniones e incluso en el seno de nuestras familias, es mundo que, en cierta forma, omite algunos temas. Estos temas aparecen a veces a través de las malas palabras, o en conversaciones muy íntimas. Uno de esos ellos es la muerte. Ésta, envuelve muchos aspectos del ser humano y no sólo implica la separación física y espiritual de un ser amado.
La muerte significa contactar un buen servicio funerario, un lugar en un panteón decente, una lápida que esculpir o una urna que escoger. La muerte se relaciona con comprar flores, escogerlas e intentar hablar con el difunto. La muerte, en el caso de la película japonesa “La felicidad de vivir”, también significa contactar a un buen preparador de cadáveres, capaz de devolver la lozanía al mismo rostro de la muerte. Profesional del que pocas veces nos preguntamos cuáles pueden o podrían ser sus motivaciones y deseos.
Daigo Kobayashi , un joven que regresó de la ciudad a su pueblo para poder dedicarse al arte, pierde su empleo como violonchelista. Esta situación le produce una doble desazón, pues deja de poder mantener a su joven esposa (la cual sacrificó su vida profesional volviendo al pueblo de su esposo) y además se da cuenta de su mediocridad como artista. Todo parece perdido, hasta que lee el periódico y observa un anuncio en el cual se ofrece un trabajo de pocas horas y de muy buen sueldo.
Algo emocionado decide averiguar de qué se trata la oferta, cuando comprende por qué todo sonaba tan apetecible. El empleo que se ofrece es el de arreglador de cadáveres: deberá aprender el oficio, dedicarse a arreglar a los cuerpos y ofrecer una imagen de seriedad y de profesionalismo ante los clientes. Decide aceptar el empleo, ofrecido por un viejo y astuto preparador de cadáveres que le ofrece dinero adelantado y cierta compañía.
Las escenas mortuorias son muy graciosas, los cadáveres tienen sus historias particulares, muchos de ellos esconden secretos, no son lo que parecen ser o bien dejan familias con sus propios conflictos e intereses. El joven violonchelista va observando estas situaciones como un aprendizaje para su vida personal, se va identificando con las víctimas y con lo que significa la muerte y en ese espectáculo va descubriéndole un nuevo encanto a la vida.
Hay una escena especialmente intensa, en la cual Daigo y su viejo jefe se ponen a comer unos moluscos recién muertos en la olla, luego de realizar un servicio funerario. El contraste entre la muerte y la vida y el ser más conscientes de la suerte que constituye contar con esta última, hace que los comensales sientan un placer mayor al degustar los platos. También comen, sienten, trituran y mastican , chupándose los dedos y relamiéndose, en otra escena de la película, ya en navidad, justo después de haber gozado de un pequeño y emotivo concierto por parte de Daigo. Aquí nuevamente es curioso observar el contraste entre el aspecto espiritual y solemne del ser humano y su no tan elegante forma de devorar los huesos de un animal. Sin embargo, ambos procesos nos hacen humanos.
Hay una escena especialmente intensa, en la cual Daigo y su viejo jefe se ponen a comer unos moluscos recién muertos en la olla, luego de realizar un servicio funerario. El contraste entre la muerte y la vida y el ser más conscientes de la suerte que constituye contar con esta última, hace que los comensales sientan un placer mayor al degustar los platos. También comen, sienten, trituran y mastican , chupándose los dedos y relamiéndose, en otra escena de la película, ya en navidad, justo después de haber gozado de un pequeño y emotivo concierto por parte de Daigo. Aquí nuevamente es curioso observar el contraste entre el aspecto espiritual y solemne del ser humano y su no tan elegante forma de devorar los huesos de un animal. Sin embargo, ambos procesos nos hacen humanos.
De esta forma pasa el tiempo, las hermosas flores rosas japonesas son capturadas por las cámaras y Daigo contempla la vida con la nueva sabiduría que su trabajo le ha impreso, sintiendo el desprecio de su mujer y de sus amigos por la labor que realiza y albergando rencor por el padre que lo abandonó cuando niño y del que nunca supo más, conservando solamente una piedrita que le obsequió poco antes de partir.
Un buen día, sin embargo, se entera de la muerte de un hombre que al parecer es su padre. Unos vulgares hombres tratan de deshacerse del cadáver, situación que repugna a Daigo, el cual se lanza encima del cadáver y lo arregla aplicando todas las técnicas de su arte. Grande es su sorpresa, su dicha y su liberación cuando descubre que su padre tenía un secreto que él no imaginaba. A veces la muerte también trae sus sorpresas.
Muy recomendable.