La conversación con los padres no fue muy satisfactoria.En verdad quedó inconclusa porque llegaron tarde. Roxana* y yo solo pudimos escucharlos diciendo que ellos no le pegaban y que no sabían porque éste se comportaba así.
En la clase luego del recreo, Alonso estaba como ido, como ausente. Hablé con él al fin de clase y me dijo que su papá ya no le pegaba (¿?) pero que todos en casa le decían “burro”y “tonto”. Veía en sus ojillos nacer un hilito de agua que jamás se convirtió en lágrimas. Traté de abrazarlo y el retrocedió. Le dije: “ven Alonso” y se dejó abrazar, lo acaricié y le dije que me ayudara a ayudarlo , que me dijera la verdad, me emocioné un poco, sentí como si abrazara a un pollito o a un pajarito abandonado.** Al final le dije que por favor me dijera mañana cómo le había ido hoy con sus padres. Me quedé un poco más tranquila.
Horas después y ya en la salida, unas niñas me dijeron que Alonso se había vuelto loco nuevamente, que había estado molestando a medio mundo y que también se había puesto a llorar porque otro niño más fuerte que él le había pegado.
Parece que hoy no hubo final feliz.
*Mi compañera y profesora de Matemáticas en el colegio Carlos Philips.
**Cabe anotar que en otras oportunidades he tenido ganas de pellizcar a Alonso.
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